Con la bajada de temperaturas el cuerpo pierde más calor del que es capaz de producir, esto hace que los vasos sanguíneos se contraigan para conservar la temperatura corporal y provoca que el corazón deba esforzarse más para bombear la sangre a través de esos vasos contraídos. Todo ello provoca un aumento de la presión arterial y un mayor riesgo de sufrir un infarto de miocardio. Como resultado, según estudios británicos, por cada grado que cae la temperatura por debajo de los 18ª, aumentan los fallecimientos en cerca de un 1,5%. El cuerpo humano tiene varios mecanismos para mantener la temperatura corporal constante incluso cuando bajan las temperaturas. Sin embargo, a medida que envejecemos se producen cambios en nuestro metabolismo basal lo que dificulta la termorregulación y, por lo tanto, modifica la percepción de la temperatura. Por esta razón, las personas mayores se adaptan más difícilmente a los cambios del tiempo. De hecho, al envejecer la piel se vuelve más fina
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